¿Es una guerra esto que estamos viviendo? Por mi parte, así lo percibo. Es solo mi opinión, no tiene porqué ser cierta.
Una guerra sin balas, sin bombas, pero con bajas, con crisis, con dos bandos, el virus y el ser humano.
No podemos huir, nos tenemos que quedar confinados.
No podemos luchar, tenemos que ser obedientes.
No podemos controlar, tenemos que controlarnos nosotros.
Difícil, mucho, pero hay que hacerlo. Porque hay gente en primera fila que está mirando de frente al lobo. Nosotros lo vemos a través del televisor, del móvil, de la radio. Si no estás enfermo, claro. Si no, ahí lo ves el lobo en ti, mordiendo poco a poco.
Pero no he escrito esto para ser pesimista. Porque esto se va a pasar, como se pasa todo, las guerras, las crisis, las hambrunas, el tiempo.
Mi escrito está dirigido a todas las personas que, de un modo y otro, están experimentando sensaciones nuevas. Sensaciones en su manera de dormir, su manera de pensar, su manera de soñar y su manera de comer. Las tres primeras, se las dejo a los psicólogos, que son expertos en la ciencia de la mente. Pero la cuarta, la manera de comer, ahí tengo algo que contaros.
Cambios en la manera de comer
Ahora estamos dos tipos de personas: los que comen mucho, a todas horas y cualquier cosa, y los que no tienen apetito.
Empiezo por los NO HAMBRIENTOS. Aquí me incluyo yo, por eso notareis que escribo en 1ª persona del plural.
Tenemos miedo, incertidumbre, necesitamos huir. Nuestro instinto de supervivencia sería algo como, “si tengo que salir pitando, no puedo pararme a comer”. Y así es, si te paras a comer, el lobo te come a ti primero. Por eso no tienes apetito.
¿Es preocupante? No. Tranquilo, se te va a pasar, básicamente porque no estás huyendo de nada, estás en casa “encerrado”, y porque llegará un momento en que tu cabeza acepte la situación y empiece a no luchar, si no a asimilar. Aquí volverá el hambre. Vigila que sea hambre real, y no gula, vigila que lo que empieces a comer sea sano. No caigas en, “como he comido na’ y menos ahora me puedo pegar caprichos”.
Pero como he explicado antes, también están los que sufren HAMBRE EMOCIONAL. Estas personas también quieren huir, pero como ya se han dado cuenta que no pueden, pues matan la ansiedad y el elevado nivel de cortisol a través de la dopamina que su cerebro libera para activar al sistema nervioso parasimpático, a través de la comida.
Si estás siendo de los que, “come niño un capricho, que mira lo que hay fuera, no me vaya a pillar a mi sin darme un gusto”, sabrás que van a pasarte varias cosas:
- Ni es verdad que dándote ese capricho vas a estar mejor, más feliz, ni vas a sentir satisfacción más allá de unos minutos (a veces solo son segundos).
- Y te vas a crear un hábito, si no lo tienes ya, de consumo de alimentos muy palatables (con mucha azúcar o mucha sal), cada vez más a menudo, y que te llevan directo a la CULPABILIDAD.
¿Cómo arreglamos esto?
Lo primero es aceptar que te estás equivocando en la premisa del fin del mundo y tu consumo justificado de comida basura.
Y segundo, si te pones a comer así, el lobo, sea cual sea, te va a pillar antes, porque vas a pesar más. ¡LÓGICA!
Deberías pararte un momento a pensar, en intentar calmar tu ansiedad a través de herramientas, que, si no dispones de ellas, puedes empezar a aprender, que te ayuden a gestionar el estrés de otro modo. Llámalo rezar, llámalo meditar, llámalo relajación, pero llámalo.
Después, intenta comer sano desde el principio. Empieza comprando sano, claro. No metas al demonio en casa y luego quieras tenerlo encerrado en el armario haciéndote el fuerte.
Tienes recursos como beber agua, infusiones, tomar fruta, fresca o desecada, frutos secos tostados o naturales, patés vegetales o lácteos sanos (no natillas con 2 kilos de azúcar).
Haz ejercicio, aunque sea en casa. Después de este confinamiento no va ha haber ni un solo paciente que tenga la desfachatez de decirme que llueve o hace mucho calor y por eso no hace ejercicio… (más os vale).
Si ya estás en el bucle, pide ayuda para salir, si no es ahora, en cuanto esto pase.
Todos nos necesitamos unos a los otros. Ha tenido que venir un virus para ponernos en nuestro sitio. Aprovecha esta oportunidad para entender cómo cuidarte más y mejor. Al final, y como me dijo un buen compañero, la vida son dos días y la mitad son noches. Disfrutadla con salud.